Cuántas veces hemos escuchado que el mexicano no avanza
porque es un huevón, porque es impuntual, porque no somos tan trabajadores como
los alemanes o tan puntuales como los ingleses, veneramos el que los estadounidenses (acá gringos) sean tan workaholics.
Hemos interiorizado (es decir, nos dicen y nos decimos a
nosotros mismos tantas veces una idea que acabamos por hacerla nuestra) una
especie de malinchismo crónico donde terminamos auto despreciándonos y alabando
el “éxito” de los extranjeros.
Específicamente asociamos un término con esta idea de
fracaso del mexicano: indio. Ese wey es bien indio, esos indios son
re-huevones, borrachos, nacos, prietos, etc. Indio es un término despectivo
que enmarca todo a lo que no se debe aspirar. También es un término que se mal
aplicó en la conquista, pero creo que todos estamos conscientes de que cuando
se dice indio en México rara vez nos
referimos a los originarios de la India.
En gran parte de México, se utiliza el término de indio como singular al de indígena, pero el primero es (más)
despectivo.
¿A qué se debe aspirar entonces?, o mas bien, ¿a qué
aspiramos?, a que, si no nos tocó la suerte de ser güeritos, por lo menos hay
que mejorar la raza y que nuestros hijos tengan una piel menos obscura y
si sale con ojitos claros mejor, aspiramos a ser una economía fuerte, a
convertirnos en potencia mundial, ¿a costa de qué?, no soy economista pero sí
se que cuando el secretario de economía dice que la macro esta a toda
madre eso no significa que la micro también lo esté, si las grandes empresas
están haciendo buenos negocios raramente repercute en el señor que tiene su
changarrito y no se diga al asalariado que se queda igual de jodido. Aunque
cuando la macro va mal, a la micro le va peor, pero ese es otro tema, para un economista.
En fin, aspiramos a competir con aquellos países que sí
lo están haciendo bien, que están modernizados, que generan grandes capitales,
pues de eso se trata, a fin de cuentas vivimos dentro del sistema capitalista y
en un mundo globalizado que requiere que todos jalemos parejo para donde mismo.
Aquí les comparto un punto
de vista sobre por qué México no ha alcanzado ese progreso ideal. México
Profundo, Una civilización negada es una de las obras más importantes de
Guillermo Bonfil Batalla, (si no tenéis ni idea de quién fue, os invito a que
se echen un wikipediazo).
"La noche de los pobres" Diego Rivera
Este hombre propuso que existen dos Méxicos: el
imaginario y el profundo. El México profundo son las raíces, cultura y
tradición india mesoamericana con miles de años de historia, que tenemos
fuertemente arraigada aunque no estemos conscientes de ello.
El México imaginario es el proyecto de Nación que se ha
querido imponer desde la Independencia de México, es un proyecto que aspira a
imitar los modelos occidentales y presume de ser incluyente, aunque solamente
toma en cuenta la realidad de algunos sectores de la población.
Según la opinión de Bonfil nunca prosperaremos como país
hasta que tomemos en cuenta al México profundo para llevar a cabo un proyecto
de nación que sea coherente con nuestras propias raíces y no con una cultura
que poco tiene que ver con las identidades originarias de esta tierra.
En la primera parte Bonfil explica las diferencias tan
marcadas entre la cultura occidental y la cultura mesoamericana:
El indio/indígena tiene una cosmovisión diferente, en la
comunidad todos hacen de todo, lo que sea necesario y precisamente por eso los
mas viejos son los mas respetados pues tienen mayor experiencia. Si no se
va a la escuela es porque el trabajo y la vida misma son su escuela. Por lo
general se admira al que más ha hecho por servir a la comunidad a lo largo de
su vida y no al que ha cosechado triunfos personales.
La naturaleza es su aliada, no su enemiga, se le respeta,
se le cuida, siguen sus procesos y ciclos sin forzarlos. No concibe producir
ni adquirir más de lo necesario para subsistir.
Evidentemente todas estas concepciones no caben en el
modelo de cultura occidental que se nos comienza a inyectar a quienes tenemos
acceso a una educación digamos formal (apoco no desde el kínder aprendemos que este
lápiz es mío, yo tengo que ser mejor que el otro y si no aprendo los
conocimientos que se me están imponiendo seré un fracasado), donde no hay
cabida para la propiedad comunal, quien tiene más es más y el individualismo es
alabado y promovido.
De la cultura occidental se nos forma en la
especialización y en la educación normalizada, todos igualitos, parejitos, como
producción en serie y no se vale que todos sepan hacer de todo, no, cada
engrane a lo suyo, aunque por suerte esos esquemas ya van cambiando en algunos
países de esos que llamamos la elite
primermundista, pero de aquí a que nos lleguen acá al tercer mundo…
Por obvias razones alguien que no consume y que no
produce no sirve a este sistema y es por eso que los promotores del México
imaginario ven en el indio la razón principal de que el país no progrese.
Para quitar este obstáculo se ha intentado exterminar al indio
como tal mediante un proceso de desindianización. Ésta se hace visible desde
que se le quiere enseñar castellano, imponerle una escuela, venderle una
ideología e incorporarlo a la fuerza de trabajo que sirve a los fines del
Estado, o séase hacerle productivo y “civilizado”.
A muchos de la población mestiza se nos ha metido en la
cabeza que los indios del pasado fueron gloriosos y debemos enorgullecernos de
ellos pero que los vivos son feos y
viciosos y no sirven al país. Se tiende incluso a desaparecer la imagen
india físicamente promoviendo cánones de belleza occidental, como antes se
mencionó: entre menos morenito, mejor, estas preferencias estéticas se
encuentran en todos los niveles, pero aún más marcado entre las familias
adineradas. La estética va desde el peinado, el vestido, la “higiene” y el
lenguaje corporal.
“Lo que se ha
propuesto como cultura nacional en los diversos momentos de la historia
mexicana puede entenderse como una aspiración permanente a dejar de ser lo que
somos” dice el autor.
Mirando atrás a la historia, Bonfil narra que en la
conquista el indio sufrió por la imposición de la nueva cultura, ya que antes
aunque un pueblo conquistase otro no significaba un impacto a sus formas de
vida. Entre los pueblos mesoamericanos los dioses eran muy parecidos y también
sus formas políticas y sociales. Así que cuando un pueblo era conquistado podía
seguir adorando a sus dioses, hablando su lengua y usando sus sistemas de
agricultura aunque debía pagar un tributo.
Como es sabido, al llegar
los españoles rompieron y violaron todos los esquemas de la cultura
mesoamericana imponiendo su lengua, su religión, su forma de gobierno,
organización social e impactando en la agricultura a tal grado que cientos de
miles de indios murieron por los trabajos forzados y la desaparición de muchos
de sus alimentos principales para dar cabida al ganado y a al cultivo de nuevos granos.
Para suavizar el impacto, se utilizó (y se continúa
utilizando) el guadalupanismo como un proceso ideológico para domar al indio,
para darle algo con que identificarse y fuese interiorizando la cultura
impuesta.
Algunos vestigios de sus viejas formas se hacen visibles, por ejemplo, en la forma de organización social en las vecindades (en
peligro de extinción) donde se conserva una identidad y solidaridad que promueven
su arquitectura y la colaboración y convivencia de los que ahí habitan.
Así como durante la colonia se despreció al indio, al
mestizo y al criollo, después de la Independencia y la Revolución siguió
sucediendo lo mismo con el indio. De los personajes de la independencia
solamente Morelos se preocupó por darle un sitio de importancia y de respeto, los demás se enfocaron solo en dar prioridad a criollos y mestizos
para crear la “identidad” nacional.
En la revolución sucede algo muy similar con los ideales
de Zapata, eventualmente quedan relegados.
Más tarde, con la reforma agraria se pretende “ayudar” a
la población rural mayormente india/indígena aunque para ellos el concepto de
“propiedad privada” sigue causando conflicto pues están acostumbrados a la
propiedad comunal, continúan siendo un
obstáculo para cumplir el ideal nacional pues se reúsa a producir más de lo
que necesita, y el que no produce de más ¿con qué hace negocio?.
El ideal del México imaginario, por supuesto, es ser una
nación rica y moderna. Las ciudades crecen y muchos indios se ven obligados a
urbanizarse aunque siguen siendo marginados dentro de la misma, la mayoría
viven en los cinturones de pobreza. Otros se vieron obligados desde épocas
coloniales a buscar “regiones de refugio” como les llama Aguirre Beltrán. Estas
son regiones tan difíciles de acceder y con un suelo y clima tan inhóspitos que
son el único lugar donde pueden vivir como siempre lo han hecho sin (tanta)
intervención del estado.
En los últimos años, dice el autor, hemos visto cómo es
imposible construir ese país imaginario. Debemos hacerlo desde nuestros propios
recursos, cultura, y utilizando nuestras potencialidades aunque no concuerden
con las occidentales.
El autor no pretende dar una solución en el libro,
pretende hacer conciencia sobre la problemática para que una vez identificada
podamos proponer y avanzar hacia la formación de un país donde todos estos
aspectos pluriculturales de México sean tomados en cuenta.
Personalmente, concuerdo
con la opinión del autor en muchos puntos. No se puede esperar un progreso
equitativo en el país sin tomar en cuenta a todos los que lo habitamos. Bonfil
menciona que somos muchos los profesionistas que no conocemos nuestro país y es
verdad. Los medios de comunicación y el discurso del Estado se centran en unos
cuantos, en una forma de vida, en una cosmovisión, en una cultura, siendo que
somos muchas. No deberíamos aspirar a ser un país como el incómodo vecino del
norte, deberíamos aspirar a ser una nación grandiosa por el mérito de las culturas
propias. Yo creo que tendremos éxito el día en que todos seamos consientes del
México profundo y nos preocupemos no en integrarlo sino en respetarlo y
facilitar su supervivencia.
Algunos de los puntos de vista aquí expuestos podrán
parecerle muy tajantes a más de alguno, pero hay que recordar que todas las
teorías y las propuestas nos sirven para hacernos pensar, cuestionarnos y
afinar nuestra mirada crítica. No es necesario casarse con una idea o con un
autor pero sí es muy enriquecedor tomar de cada uno lo que nos ayude a ampliar
nuestra visión y comprensión del mundo.
Este pequeño ensayo es tan solo una introducción al tema,
ojalá despierte su interés por leer la obra completa que se puede encontrar en
la edición DEBOLS!LLO con apenas 250 paginas en varias librerías.
También el objetivo de esta entrada es dar un contexto al
análisis sobre una campaña de CONAPRED que estaré posteando la próxima semana
;)
Bibliografía:
Bonfil Batalla,
G. (2006 [1987]). México Profundo. Una
civilización negada. Mondadori. De Bolsillo. México, D.F.
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